En la “Granja Animal” había reglas sobre las jubilaciones de los animales. Los caballos y los cerdos se jubilaban a los doce años. Las vacas a los catorce años. Los perros a los nueve años. Las ovejas a los siete años. Los pollos y gansos a los cinco años.
Boxer iba a cumplir doce años el próximo año, a finales del verano.
La vida era difícil. Había poca comida. Todos los animales, excepto los cerdos y los perros, tenían raciones más pequeñas.
Una vez a la semana, empezaron a realizarse las manifestaciones. Los animales se reunían en el patio y marchaban. Primero iban los cerdos, después los caballos, y luego las vacas, las ovejas y las aves de corral. Los perros iban en los flancos. Delante, marchaba el gallo negro de Napoleón. Los caballos Boxer y Clover llevaban el estandarte verde. En él ponía: “¡Viva el camarada Napoleón!”
Recitaban los poemas con elogios a Napoleón. Había fuegos artificiales. Los animales se olvidaban del hambre.
En abril, “Granja Animal” se proclamó República. La República necesitaba un presidente. Solo había un candidato para este puesto, Napoleón. Y fue elegido.
A mediados del verano, Moses, el cuervo amaestrado, apareció de repente en la granja. No había cambiado. No trabajaba y hablaba sobre el Monte Azúcar en el cielo. Los cerdos no creían a Moses, pero le permitían visitar la granja e incluso beber cerveza.
Había mucho trabajo. Después del molino, comenzaron a construir una escuela.
Boxer cumplió doce años. Era viejo y estaba enfermo. Un día se cayó en el trabajo. Vino Squealer y dijo que Boxer iría al mejor hospital. Allí, el veterinario curaría rápidamente al Boxer enfermo.
Boxer soñaba con vivir unos tres años más en su jubilación. En su tiempo libre quería aprender el alfabeto.
Pronto llegó un carro para llevar a Boxer al hospital. En ese momento, los animales trabajaban en el campo. Pero en la granja estaba el viejo burro Benjamín. Él sabía leer. En el carro ponía: “Alfred Simmons. Matadero y fábrica de jabón. Comercio de pieles, huesos y carne. Comida para perros”.
Benjamín llamó a los animales. Pero era tarde. Boxer estaba en el carro. El carro salía del patio.
—¡Boxer! —gritó Clover—. ¡Boxer! ¡Salta! ¡Rápido! ¡Te están llevando a la muerte!
El carro se fue. Nadie volvió a ver a Boxer.
Tres días después, Squealer dijo que Boxer murió en hospital.
—Estuve a su lado hasta el último minuto, —contaba Squealer—. Sus últimas palabras fueron: “¡Adelante, camaradas! ¡Viva el camarada Napoleón! Napoleón siempre tiene razón!”.