Las cinco semillas de naranja (B1)

Estaba leyendo mis viejas notas sobre Sherlock Holmes y encontré muchos casos interesantes y asombrosos. Sobre ellos les contaré más tarde, ahora escribiré sobre el caso más inusual del año 1887.

Era el final de septiembre. Hacía mucho frío en la calle, el viento soplaba y estaba lloviendo mucho. Por la noche la tormenta se agravó, había relámpagos.

Sherlock Holmes estaba triste, estaba sentado en el sillón al lado de la chimenea pensando en sus investigaciones. Yo estaba leyendo los relatos de Clark Russell. Seguía lloviendo.

Mi mujer fue a visitar a su madre, y yo estuve viviendo en el apartamento en Baker Street toda la semana.

—Alguien está llamando a la puerta —dije—. ¿Puede ser alguno de sus amigos?

—No tengo amigos —respondió Holmes—, no tengo visitas.

—¿Puede ser un cliente?

—Si es un cliente, significa que el caso es muy grave.

Oí los pasos en la antesala. Holmes levantó la mano y gritó:

—¡Adelante!

Entró un hombre joven. Llevaba ropa cara y elegante. El agua caía de su paraguas. Su impermeable también estaba mojado. Su cara estaba pálida, había angustia en sus ojos. 

—Perdóneme —dijo—, he ensuciado su alfombra.

—Deme su impermeable y su paraguas —dijo Holmes de una manera suave—. Viene del sudeste.

—Sí, soy de Horsham.

—Lo sé. Sus zapatos tienen arcilla de ese lugar.

—Necesito su consejo.

—Por favor.

—Y su ayuda. He oído mucho de usted, señor Holmes. Ha salvado a mucha gente.

—Sí, por lo general tengo suerte. Siéntese y cuénteme para qué vino a verme.

—Mi caso es inusual.

—Solo investigo casos difíciles. Es lo que me interesa. Primero, cuénteme los hechos principales de su caso, luego los detalles.

El joven se acercó a la chimenea.

—Me llamo John Openshaw —dijo—. Quiero contarle toda la historia de mi familia. Así comprenderá lo esencial de mi caso.

Mi abuelo tuvo dos hijos: mi tío, Elías, y mi padre, Joseph. Mi padre tenía una fábrica. Allí se fabricaban bicicletas y muy buenos neumáticos. La fábrica tuvo mucho éxito.

Mi tío Elías se fue para América. Era un agricultor rico en Florida. Ganó dinero y volvió a Europa. 

Mi tío era una persona muy extraña, cruel e iracunda. Era solitario, no le gustaba la gente. Tenía una casa con jardín, pero rara vez salía a la calle. Bebía y fumaba mucho. Mi tío no hablaba con su hermano. Pero yo le caía bien a mi tío. Quiso llevarme a vivir a su casa. Jugábamos al ajedrez. Me dejaba hacer todo, yo era el dueño y señor de la casa. Pero mi tío no me permitía entrar al desván. La puerta siempre estaba cerrada.

Un día, mi tío recibió una carta de la India. Mi tío se sorprendió, nunca había recibido cartas. Abrió el sobre. Dentro había cinco semillas de naranja. Me reí. Pero la cara de mi tío estaba gris, sus ojos se abrieron, y sus manos temblaban.

—К. К. К. —gritó mi tío—. ¡Dios mío!

—¿Qué es eso, tío? —le pregunté.

—La muerte —dijo él, y se fue a su habitación.

Cogí el sobre. Tenía tres letras “K”. El sobre estaba vacío. Solo había cinco semillas de naranja dentro. ¿Por qué estaba tan asustado mi tío?

Fui a mi habitación. Encontré a mi tío en la escalera. Tenía una llave antigua y una caja en la mano. La tapa de la caja también tenía tres letras “K”.

—¡No voy a rendirme ante ellos! —dijo él—. Mary debe encender la chimenea y llamar al abogado Fordham.

Llegó el abogado. Mi tío me llamó.

—John, estoy haciendo mi testamento. Serás mi testigo. Voy a dejar mi gran casa a mi hermano, tu padre. Luego será tuya. Si no puedes ser el dueño de esta casa, dásela a tu enemigo. Firma este papel.

Firmé el documento y el abogado se lo llevó.

Aún no entiendo qué pasó aquel día. Tuve miedo, pero la vida no cambiaba. Mi tío cambió, empezó a beber más, se sentaba mucho tiempo solo en su habitación. A veces corría por el jardín con una pistola gritando: “No le tengo miedo a nadie”. Luego regresaba de nuevo a su cuarto y no salía por mucho tiempo.

Una vez mi tío corrió de nuevo por el jardín, pero no regresó. Lo buscamos y lo encontramos en el pequeño estanque. El estanque tenía poca agua. El cuerpo de mi tío no tenía heridas. El juzgado determinó que mi tío se había suicidado. Mi tío tenía miedo de morir. Estoy seguro de que él no pudo hacerlo. 

Mi padre recibió la casa y catorce mil libras.

—Su caso es muy interesante —dice Holmes—. ¿Cuándo recibió la carta su tío? ¿Y cuándo murió?

—La carta llegó el 10 de marzo de 1883. Murió siete semanas después.

—Gracias. Por favor, siga.

—Mi padre revisó el desván, que siempre había estado cerrado. Encontramos la caja. Estaba vacía. Tenía una etiqueta con tres letras “K”. La etiqueta tenía la inscripción “Cartas y notas”. Mi tío debió quemar todos los papeles. Había varios papeles y libretas en el desván. Mi tío escribía mucho cuando vivía en América.

En el año 1884 mi padre se mudó a Horsham. Todo iba bien. El 4 de enero desayunábamos juntos. De repente mi padre gritó. Tenía en la mano un sobre con cinco semillas secas de naranja.

—¿Qué significa, John? —preguntó mi padre.

—Es K. K. K. —respondí.

—Sí, aquí están estas letras. ¿Qué hay escrito debajo?

—”Pon los papeles sobre el reloj de sol” —leí.

—¿Qué papeles? ¿Qué reloj? —preguntó.

—El reloj de sol del jardín. Mi tío ya quemó todos los papeles.

—¡Esto es una completa tontería! ¿De dónde es esta carta?

—De Dundee —miré el sobre.

—Tal vez es una broma. No quiero oír hablar de eso.

—Voy a avisar a la policía —dije.

—¡De ninguna manera! No es nada.

Mi padre es muy terco. Pero yo estaba asustado.

Tres días después, mi padre fue a ver a un viejo amigo suyo. Eso me alegró. Estaba a salvo fuera de casa. Pero me equivoqué. El amigo de mi padre, el Mayor Freebody, me envió un telegrama. Me pidió venir. Mi padre había caído en un pozo profundo. Tenía la cabeza rota. 

Fui, pero no llegué a tiempo. Mi padre murió. El juzgado determinó: “Accidente”. Mi padre, como mi tío, no tuvo heridas. Pero estoy seguro de que alguien los mató a ambos.

Me convertí en el dueño de la casa. Estoy seguro de que las muertes de mi padre y mi tío están relacionadas. Quiero saber la verdad. 

Mi padre murió hace ocho meses. No pasó nada. Me alegré. Pero todo cambió ayer.

El hombre sacó un sobre del bolsillo y dejó caer cinco semillas de naranja sobre la mesa.

—Aquí está el sobre —dijo—. Es de Londres, de la zona oriental. Tiene tres letras “K” y las palabras “Pon los papeles sobre el reloj de sol”.

—¿Qué hizo? —preguntó Holmes.

—Nada.

—¿Nada?

—Tengo miedo. Tal vez sea un poder superior. Nada me salvará.

—¡Tiene que hacer algo! ¡No va a morir! ¡No se desespere!

—Fui a la policía.

—¿Y?

—Los policías se rieron. Creen que es una broma.

—¡Qué estupidez! —gritó Holmes.

—Un policía hace guardia en mi casa.

—¿Por qué no vino usted antes? —preguntó Sherlock.

—No sabía qué hacer.

—¿No tiene más detalles?

—Hay una cosa —dijo John Openshaw y sacó un trozo de papel azul—. Mi tío quemó papeles del mismo color azul. Encontré esta hoja en su habitación. Debe ser una página del diario de mi tío. Esta es su letra.

Miramos la hoja. Arriba tenía una inscripción “Marzo, 1869”, y abajo:

4. Vino Hudson.

7. Enviamos las semillas a McCauley, Paramore y John Swain.

9. McCauley se ha ido.

10. John Swain se ha ido.

12. Llegamos donde Paramore. Todo bien.

—Gracias —dijo Holmes

—Debemos darnos prisa. No tenemos tiempo.

—¿Qué tengo que hacer?

—Meta este papel en la caja. Escriba sobre la hoja “Todos los papeles han sido quemados”. Ponga la caja sobre el reloj de sol. ¿Me entiende?

—Entiendo.

—Tenemos que salvarlo. Vamos a descubrir la verdad y castigar al criminal.

—Se lo agradezco —dijo el joven—. ¡Gracias por su ayuda!

El hombre se fue. El viento soplaba. Seguía lloviendo. 

Holmes guardó silencio y miró a la chimenea. Luego fumó su pipa. 

—¡Watson, este caso es de lo más interesante y peligroso! —dijo.

—¿Quién es ese K. K. K.? ¿Por qué está matando a la familia Openshaw?

—¿De dónde son estas cartas?

—De Pondicherry, Dundee y Londres.

—El tío del señor Openshaw recibió la carta y murió siete semanas después. El padre del señor Openshaw recibió la carta y murió tres días después. ¿Qué piensa?

—¡Hay que darse prisa!

—Estos papeles azules son muy importantes para el asesino. Es probable que haya varios asesinos. ¿Ha oído alguna vez hablar del Ku Klux Klan? —preguntó Sherlock Holmes.

—No.

—Es una sociedad secreta. Matan a gente común y corriente y a políticos con ideas políticas diferentes. Enviaban a la persona hojas de roble, semillas de melón o de naranja y luego la mataban. El tío del señor Openshaw se llevó una hoja de sus papeles. Les pudo delatar.

Sherlock Holmes cogió su violín y empezó a tocar.

Por la mañana había dejado de llover, el sol brillaba. Holmes estaba desayunando, yo abrí el periódico.

—¡Holmes, ya es tarde! —grité.

—¿Cómo sucedió? —preguntó Sherlock tranquilamente.

Empecé a leer:

“Ayer, a las 10 de la noche, un policía escuchó gritos en el puente. No pudo salvar al hombre. El policía encontró a un joven en el agua. Se llamaba John Openshaw, tenía un sobre con su nombre en su bolsillo. La policía determinó que fue un accidente”.

Holmes estaba triste. Se levantó de la silla y empezó a caminar por la habitación.

—¡Los capturaré! —dijo Sherlock Holmes y salió del cuarto.

Por la noche, Sherlock Holmes regresó al apartamento. Estaba pálido y cansado.

—¿Cómo está? —pregunté.

—¡Bien!

—¿Ha encontrado a los criminales?

—¡Por supuesto!

Cogió una naranja de la mesa, sacó cinco semillas y las metió en un sobre. Escribió en el sobre: “S.H. por J.O.”

—Esta carta es para el capitán James Calhoun, del velero “Estrella Solitaria”.

—¿Quién es James Calhoun?

—El jefe del Ku Klux Klan.

—¿Cómo lo ha encontrado?

—En el año 1883, el velero “Estrella Solitaria” salió de Pondicherry hacia Londres. Fue cuando murió el tío del señor Openshaw.

—Bien.

—El velero salió de Dundee en 1885. Fue cuando murió el padre del señor Openshaw. La semana pasada el barco llegó a Londres.

—¿Qué va a hacer? —pregunté.

—Voy a enviar una carta al capitán de la “Estrella Solitaria” y le voy a contar a la policía dónde está el criminal. Esta carta asustará al asesino.

Pronto leí la noticia en el periódico. El velero “Estrella solitaria” había naufragado en el Atlántico. No supimos nada más.