Las cinco semillas de naranja (A2)

Leo mis antiguas notas sobre Sherlock Holmes y encuentro muchos casos interesantes. Algunos casos son famosos, pero otros nadie los conoce. Ahora voy a contarles el caso más asombroso de Sherlock Holmes.

Finales de septiembre. Hace mucho frío y viento en la calle. Siempre llueve en Londres, pero ahora empieza una fuerte tormenta.

Sherlock Holmes está triste. Está sentado en el sillón, pensando. Yo estoy leyendo los relatos de Clark Russell. Está lloviendo.

Mi mujer está visitando a su madre, y yo vivo en el apartamento en Baker Street durante una semana.

—Alguien está llamando a la puerta —le digo a Sherlock—, ¿tal vez un amigo?

—No tengo amigos —responde Holmes—, tampoco espero visitas.

—¿Es un cliente?

—Está lloviendo mucho fuera. Debe ser un caso muy grave.

Oigo los pasos y golpes en la puerta.

—¡Adelante! —dice Holmes.

Entra un hombre joven. Está bien vestido. Se comporta bien. Tiene un paraguas y un impermeable en las manos. Su cara está pálida y sus ojos están asustados.

—Páseme su impermeable y su paraguas —dice Holmes—, usted no es de Londres.

—Sí, de Horsham.

—Lo sé, veo la tierra en sus zapatos.

—Le pido ayuda. Hablan mucho de usted. ¿Me puede ayudar?

—Espero que sí. Siéntese. Cuénteme por qué está aquí.

—Mi caso es extraño.

—Solo investigo casos difíciles. Me interesa. Cuénteme.

El joven se acerca a la chimenea y calienta sus manos.

—Me llamo John Openshaw —dice—. Le quiero contar toda la historia de mi familia.

Mi abuelo tiene dos hijos: mi tío, Elías, y mi padre, Joseph. Mi padre es el dueño de una fábrica. Hace bicicletas y muy buenos neumáticos. La fábrica tiene mucho éxito.

Mi tío Elías se fue para América. Era un rico agricultor. Ganó dinero y regresó a Europa.

Mi tío era una persona muy extraña. No le gustaba la gente. Tenía una casa con jardín, pero rara vez salía a la calle. Bebía y fumaba mucho.

Yo vivía con mi tío. Solíamos jugar al ajedrez. Me permitía hacer todo, yo era el señor de la casa. Pero mi tío me prohibía subir al desván. La puerta siempre estaba cerrada.

Un día llegó una carta de la India para mi tío. Él nunca recibía cartas antes. Abrió la carta. Había cinco semillas de naranja en el sobre. Me reí. Pero la cara de mi tío estaba gris.

—K. K. K. —grita mi tío—. ¡Dios mío!

—¿Qué es eso, tío? —le pregunto.

—La muerte —dice él, y se va a su cuarto.

Cojo el sobre. Tiene tres letras “K”. El sobre está vacío. Había solo cinco semillas de naranja adentro. ¿Por qué tiene tanto miedo mi tío?

Voy a mi habitación. Veo a mi tío en la escalera. Tiene una llave antigua y una caja en su mano. La caja también tiene tres letras “K”.

—¡No voy a rendirme ante ellos! —dice—. Mary debe llamar al abogado.

—John, estoy haciendo mi testamento. Serás mi testigo. Voy a dejar mi gran casa a mi hermano, tu padre. Luego la casa será tuya. Firma este papel.

Tenía miedo, pero la vida no cambiaba. Mi tío bebía aún más, se sentaba durante mucho tiempo en su habitación, solo. A veces corría por el jardín con una pistola, gritando: “No tengo miedo de nadie”. Luego se sentaba de nuevo en su cuarto.

Una vez mi tío fue al jardín y no regresó. Lo buscamos y lo encontramos en el pequeño estanque. El cuerpo de mi tío no tenía heridas. El juzgado determinó que mi tío se suicidó. Mi tío tenía miedo de morir. Estoy seguro de que él no pudo hacerlo. 

Mi padre recibió la casa y catorce mil libras.

—Su caso es muy interesante —dice Holmes—. ¿Cuándo recibió la carta su tío? ¿Y cuándo murió?

—La carta llegó el 10 de marzo de 1883. Murió siete semanas después.

—Gracias. Por favor, siga.

—Mi padre fue al desván. Siempre estaba cerrado. Encontramos la caja. Estaba vacía. Tenía una etiqueta con tres letras “K”. La etiqueta tenía la inscripción “Cartas y notas”. Mi tío debió quemar todos los papeles.

En 1884 mi padre se mudó a Horsham. Todo iba bien. El 4 de enero desayunábamos juntos. De repente mi padre gritó. Tenía en la mano un sobre con cinco semillas de naranja.

—¿Qué significa, John? —pregunta mi padre.

—Es K. K. K. —respondo.

—Sí, aquí están estas letras. ¿Qué hay escrito debajo?

—”Pon los papeles sobre el reloj de sol” —leo.

—¿Qué papeles? ¿Qué reloj? —pregunta.

—Mi tío ya quemó todos los papeles.

—¡Esto es una completa tontería! ¿De dónde es esta carta?

—De Dundee.

—Debe de ser una broma.

—Voy a avisar a la policía —digo yo.

—¡De ninguna manera! No es nada.

Yo tengo miedo.

Tres días después, mi padre fue a ver a un viejo amigo suyo. Pronto, el amigo de mi padre, el mayor Freebody, me envió un telegrama. 

Me pidió venir. Mi padre cayó en un pozo profundo. Tenía la cabeza rota.

Fui, pero no llegué a tiempo. Mi padre murió. El juzgado determinó: “Accidente”. Estoy seguro de que alguien lo mató.

Me convertí en el dueño de la casa. Quiero saber la verdad. Ayer recibí una carta.

El señor Openshaw saca un sobre del bolsillo y deja caer cinco semillas de naranja sobre la mesa.

—Aquí está el sobre —dice—. Es de Londres. Tiene tres letras “K” y las palabras “Pon los papeles sobre el reloj de sol”.

—¿Qué hizo? —pregunta Holmes.

—Nada.

—¿Nada?

—Tengo miedo. Nada me salvará.

—¡Tiene que hacer algo! ¡No va a morir!

—Fui a la policía.

—¿Y?

—Los policías se rieron. Creen que es una broma.

—¡Qué estupidez! —grita Holmes.

—Un policía hace guardia en mi casa.

—¿Por qué no vino usted antes? —pregunta Sherlock.

—No sabía qué hacer —John Openshaw saca un trozo de papel azul del bolsillo—. Mi tío quemó papeles del mismo color azul. Debe ser una página del diario de mi tío. Esta es su letra.

Miramos la hoja de papel. Arriba hay una inscripción “Marzo,1869”, abajo, varias fechas y nombres.

—Gracias —dice Holmes—. No tenemos tiempo.

—¿Qué debo hacer?

—Meta este papel en la caja. Escriba en la hoja “Todos los papeles están quemados”. Ponga la caja sobre el reloj de sol. ¿Me entiende?

—Entiendo.

—Vamos a descubrir la verdad y encontrar al criminal.

—Se lo agradezco —dice el joven—. ¡Gracias por su ayuda!

—¡No pierda tiempo! Cuídese. 

El hombre se va. El viento sopla. Todavía está lloviendo. 

Holmes guarda silencio y mira a la chimenea. Luego fuma su pipa. 

—¡Watson, este es un caso muy interesante! —dice.
—¿Quién es ese K. K. K.? ¿Por qué está matando a la familia Openshaw?

—¿De dónde son estas cartas?

—¡De Pondicherry, Dundee y Londres!

—Estos papeles azules son muy importantes para el asesino. Creo que hay varios asesinos. ¿Ha oído hablar alguna vez del Ku Klux Klan? —pregunta Sherlock Holmes.

—No.

—Es una sociedad peligrosa. Matan a gente. Este papel azul es la prueba. ¡El clan existe!

Es por la mañana. Está dejando de llover. El sol brilla. Leo el periódico.

—¡Holmes, es tarde!

—¿Por qué? —pregunta Sherlock.

Leo:

“Murió un joven. La policía lo encontró en el agua cerca del puente. Su nombre era John Openshaw. Tenía un sobre en el bolsillo”.

Holmes está triste. Está caminando por la habitación.

—¡Ya lo sé! —dice Sherlock Holmes y sale del cuarto.

Por la noche regresa al apartamento.

—¿Qué estaba haciendo? —pregunto.

—¡Buscar al criminal!

—¿Tiene algún resultado?

—¡Sí!

Holmes coge una naranja y saca cinco semillas.

—Voy a enviarle un sobre con semillas al capitán James Calhoun del barco “Estrella Solitaria”.

—¿Quién es ese capitán?

—El asesino.

—¿Cómo lo sabe?

—El capitán Calhoun escribió la carta al tío del señor Openshaw. Navegaba desde la India a Londres.

—Bien.

—El capitán también escribió la carta al padre del señor Openshaw. Esta vez navegaba de Dundee a Londres.

—Bien.

—Ahora este barco está en Londres. Y John Openshaw está muerto.

—¿Qué hacemos? —pregunto.

—El capitán tiene miedo a la muerte. Se esconde. Le voy a enviar una carta. Es una advertencia.

Han pasado varias semanas. Leo una noticia en el periódico. El barco “Estrella Solitaria” ha naufragado. No sabemos nada más.