4. El informe de John Rance

A la una de la tarde abandonamos la casa de Lauriston Gardens. Fuimos primero a la oficina de telégrafos para enviar una larga nota. Después fuimos a ver al policía John Rance.

—La mejor evidencia es la que se obtiene de primera mano —observó mi amigo.

—Me asombra usted, Holmes —dije—. ¿Está tan seguro de lo que ha dicho?

—Seguro —contestó—. Vi los surcos de un coche de caballos sobre el barro. Hasta anoche no había llovido. Entonces, estos surcos aparecieron anoche. También encontré pisadas de caballo. Tenía uno de los cascos más nítidos que los otros tres. El coche llegó después de comenzar a llover. Pero en la mañana ya no estaba. Entonces el coche llegó en la noche y trajo a la casa a dos personas.

—Suena creíble —le contesté —, pero, ¿cómo supo la altura del hombre?

—Es fácil. Por el largo del paso. Medí las huellas en el sendero de arcilla y en el polvo de la habitación. Además, cuando un hombre escribe sobre una pared, lo hace a la altura de sus ojos. La palabra “RACHE” está a más de seis pies del suelo. 

—¿Y la edad?

—En el sendero del jardín vi un charco grande. Había dos clases de huellas: las de botas de charol, que lo habían bordeado, y las de botas de puntera cuadrada, que habían pasado por encima. Un anciano no puede hacer este salto. ¿Tiene alguna otra pregunta?

—La longitud de las uñas y la marca del tabaco —dije.

—El asesino escribió con la uña del dedo índice, untada en sangre. Recogí una muestra de la ceniza del suelo. Era oscura, parecía escamas. Típico para un cigarro de “Trichinopoly”

— ¿Y el rostro rojizo? — pregunté.

—Aún no lo voy a explicar.

—Mi cabeza está a punto de estallar —dije—. ¿Cómo entraron los hombres en la casa vacía? ¿Qué ha sido del cochero? ¿Cómo ha sido envenenado el hombre? ¿De dónde procede la sangre? ¿Cuál pude ser el motivo del asesinato? ¿Y el anillo? Y la palabra alemana “RACHE”? No veo la relación.

—Ya he resuelto el misterio —dijo Holmes—. El asesino escribió “RACHE” para despistar a la policía. La palabra no ha sido escrita por un alemán. Los alemanes emplean otro tipo de caracteres. Le voy a contar otra cosa. Los dos hombres llegaron juntos. El de botas de charol se mantenía parado. El de las botas de puntera cuadrada se movía mucho. Estaba enfureciendo. La longitud creciente de sus pasos lo demuestra. Entonces ocurrió la tragedia.

Llegamos a Audley Court. Era un lugar poco agradable y pobre. Encontramos la casa de Rance y llamamos.

—Ya he presentado mi informe en la comisaría —dijo Rance.

—Nos gustaría oírlo otra vez.

—A las dos de la mañana iba caminando por la calle Brixton. No había gente. De repente vi la luz en una de las ventanas. Sabía que esa casa estaba deshabitada. Sospeché de inmediato alguna irregularidad. Me acerqué a la puerta…

—Y se detuvo. Luego retrocedió —interrumpió mi compañero—. ¿Por qué?

Rance estaba asombrado.

— ¡Cierto, señor! —dijo—. ¿Cómo lo supo? Algo me dio miedo. Tomé la decisión de ir a buscar refuerzos. No había nadie en la calle. Ni un policía. Así que empujé la puerta y procedí hasta la sala de estar de donde salía la luz. Y vi…

—Sé todo lo que vio. Dio varias vueltas por la habitación. Después se puso de rodillas junto al cadáver. Después caminó hasta la puerta de la cocina.

—¿Estuvo espiándome? —exclamó Rance, sorprendido—. ¡No soy un asesino! 

—No se preocupe. ¿Qué ocurrió a continuación?

—Hice sonar mi silbato. A la llamada vinieron mis compañeros.

—¿No había gente en la calle?

—No había gente útil.

—¿Qué quiere decir?

—Nunca he visto una persona tan borracha —dijo—. Estaba junto a la puertecilla del jardín gritando una canción. Era un tipo largo, de mejillas rojas. Se cubría la parte inferior de la cara con una bufanda. Vestía un abrigo marrón.

—¿Sostenía un látigo en la mano?

—¿Un látigo? No…

—Lo ha dejado por algún lado… —susurró mi compañero—. ¿Vio un coche de caballos?

—No.

—Tiene que usar más su cabeza, Rance. El hombre borracho es el principal objeto de nuestra búsqueda. Y usted lo ha perdido.

Salimos a buscar nuestro coche.

—¡Valiente idiota! ¡Ha desperdiciado una buena oportunidad! —dijo Holmes.

—No entiendo. ¿Por qué el presunto asesino tuvo que volver a la casa?

—Por el anillo. Vamos a usarlo como carnada. El asesino no se me irá de las manos. Gracias por hacerme ir a la escena del crimen. Este caso es un estudio muy interesante. Podríamos llamarlo estudio en escarlata.