La luz invisible — Alexander Beliyaev

Capítulo 1

—Creo que Viroval es un médico famoso.
—¡Es verdad! Incluso los ciegos pueden verlo.
—¿Cómo supo que soy ciego?
—Sus ojos azules no se mueven, son como los de una muñeca —dijo el interlocutor y se rio.

—Sí, soy ciego. Pero incluso yo entiendo que este es el mejor barrio de la ciudad. Y las casas aquí son muy caras. Cerca de la casa crecen rosas. La escalera es amplia. La cita con el doctor cuesta mucho. Primero atienden sus asistentes. Hay suaves alfombras debajo de los pies, unos sillones cómodos…

— Sí, Viroval sabe impresionar a los pacientes  —dijo el interlocutor en voz baja y sonrió.

Todos los sillones estaban ocupados por enfermos. Muchos llevaban gafas de sol. En las caras de los pacientes se veía: la espera, la ansiedad, la esperanza…

—¿Perdió la vista hace poco? ¿Cómo ocurrió eso?
—¿Por qué cree que fue hace poco? —se sorprendió el ciego.
—Cuando la gente no ve desde el nacimiento, se comporta diferente. Creo que tiene un problema de los nervios oculares. Probablemente por alguna enfermedad.

 Al ciego no le gustó esta conversación.

—No es verdad —dijo—. Soy electricista. Trabajo en un laboratorio experimental de la Empresa Eléctrica General. Instalo lámparas de luz ultravioleta…

 —El resto tiene sentido. Es lo que pensé. ¡Estupendo! —El interlocutor se frotó las manos, se inclinó hacia el ciego y le susurró al oído:

—No le recomiendo hacerse tratamientos con Viroval. Un lustrabotas le curaría mejor. Viroval le va a engañar hasta que saque todo su dinero. Luego le dirá que hizo todo lo posible. ¿Tiene mucho dinero? ¿De qué vive?

—¿Cree usted que soy tan tonto? —dijo el ciego—. Incluso un ciego idiota puede ver lo que hace usted. Usted es un agente de algún otro médico.

El interlocutor se rio en voz baja.
—Tiene razón. Soy agente de un médico. Mi apellido es Kruss.
—¿Y el apellido del médico?
—¡También Kruss!
—¿Son hermanos?
—Aún más —se rió Kruss—. Soy mi propio agente. El doctor Kruss a sus órdenes. ¿Cuál es su apellido?

El ciego no respondió de inmediato:
—Dobbel.
—Encantado de conocerle. Sé lo que piensa de mí, señor Dobbel. Hay miles de doctores en esta ciudad peleando por clientes. Pero para un médico es demasiado mezquino andar por los consultorios de otros médicos, para conseguir un paciente. ¿Es eso lo que pensaba que estaba haciendo, Sr. Dobbel? 

—Puede ser —dijo el ciego—. ¿Y luego qué?
—Se equivoca, señor Dobbel.
—Será difícil para usted que me haga cambiar de opinión —replicó el ciego.
—¡Ya veremos! — exclamó Kruss y siguió en voz baja—. Soy un médico especial. No cobro por mi tratamiento. Aún más, mantengo a mis pacientes a mi costa.

 El ciego se vio sorprendido.

—¿Caridad? —preguntó en voz baja.
—No exactamente —respondió Kruss—. Le contaré ahora, señor Dobbel. Mis padres me dejaron una fuerte suma de dinero y me dedico a la investigación científica. Tengo mi clínica y mi laboratorio en mi casa. Me interesan los pacientes como usted…
—¿Qué es lo que quiere ofrecerme? —preguntó Dobbel.

 —Por ahora nada —dijo Kruss—. Mi hora llegará cuando le dé a Viroval su última moneda. ¿Cuánto dinero le queda? ¿Créame, no lo necesito…

Dobbel respondió:
—Por desgracia, muy poco. La forma en que me quedé ciego apareció en los periódicos. La empresa me pagó una gran suma de dinero para que cerrara el caso lo antes posible. Suficiente para vivir durante un año.
—¿Y para cuánto tiempo le queda el dinero?
—Para unos cuatro meses.
—¿Y luego?
Dobbel se encogió de hombros.
—No estoy acostumbrado a mirar al futuro.
—Sí, sí, tiene razón, mirar al futuro es difícil incluso para los videntes —convino Kruss—. Cuatro meses. Hmm… Creo que el doctor Viroval acortará ese periodo de tiempo. Y entonces usted no tendrá dinero no solo para el tratamiento, sino tampoco para vivir. ¡Estupendo! Cuando esto ocurra, venga a verme.

Dobbel no alcanzó a responder.
—¡El número cuarenta y ocho! —anunció la enfermera.
Dobbel se levantó. La enfermera se acercó a él, le cogió la mano y fueron al despacho. Kruss se puso a leer las revistas que estaban en la mesita redonda.

Unos minutos después, Dobbel salió del despacho. Estaba muy alegre. Kruss se acercó a él.
—Deje que le lleve en mi coche —ofreció Kruss y preguntó—: ¿Cómo le fue? Viroval, por supuesto, prometió devolverle la vista…

—Sí —respondió Dobbel.
—No podía ser de otra manera —dijo Kruss entre risas—. Gracias a su ayuda, por supuesto, podrá volver a ver. Me ha preguntado qué puedo prometerle. Eso dependerá de usted. Tal vez su vista regrese por completo. Pero primero tendrá que hacerme un favor… Oh, no se asuste. Se trata de un pequeño experimento científico que le permitirá salir de la oscuridad.

 —¿Qué significa eso? ¿Seré capaz de distinguir la luz de la oscuridad? Y Viroval promete devolverme la vista por completo.
—¡Vaya! Sabía que era demasiado pronto para hablarle de esto.

Cuando llegaron a la casa que alquilaba Dobbel, Kruss dijo:
—Ahora sé dónde vive. Aquí está mi tarjeta con la dirección. En tres meses espero verle en mi casa.
—También espero verle, verle con mis propios ojos.
Dobbel cruzó la calle y entró en la casa.

Capítulo 2

Está de nuevo sentado en el asiento acolchado de un coche. El único dinero que le queda es para un taxi. En esta tranquila calle no hay casas altas que tapen el sol. Dobbel imaginó casas campestres, villas. Kruss debe ser un hombre muy rico si vive en esta calle.

El coche se detuvo.
—¿Hemos llegado? —preguntó Dobbel.
—Sí —respondió el chófer—. Le ayudaré a bajar.
Se podía oler las flores.
—Con cuidado. Escaleras —le advirtió el chófer.
—Le agradezco. —Dobbel le pagó al chofer y subió la escalera, la puerta no estaba cerrada. El vestíbulo estaba fresco.

—¿Está aquí para ver al doctor Kruss? —preguntó una voz femenina.
—Sí. Dígale que ha llegado Dobbel. Él sabe…
—Le ayudaré a entrar en la sala de estar.

La puerta se abrió y Dobbel escuchó la voz de Kruss:
—¡Por fin, señor Dobbel! Me alegro de verle —dijo Kruss con alegría—. Siéntese en este sillón… ¿Cuánto hace que no le veo? ¿Dos meses? Mi colega el doctor Viroval se llevó todo su dinero incluso antes de lo que pensaba. Supongo que usted no puede verme.

Dobbel estaba triste.
—No se preocupe, amigo mío —dijo Kruss entre risas—. No se arrepentirá de haber venido a mí.
—¿Qué es lo que quiere de mí? —preguntó Dobbel.

—He estado buscando a alguien como usted. Le trataré gratis y podrá vivir conmigo. Tengo un invento que necesito probar. Hay riesgos. Si el experimento tiene éxito, podrá ver cosas que ningún hombre ha visto antes. Y cuando registre mi descubrimiento, haré todo lo posible para devolverle la vista normal.

—¿Supongo que tendré que aceptar?
—Exacto, señor Dobbel. Su situación es desesperada. ¿A dónde podría ir sino a mí? ¿A la calle, a mendigar?

—Pero explíqueme, ¿qué me pasará después de la operación? —preguntó Dobbel.
—Si el experimento tiene éxito, después de la cirugía podrá ver corrientes eléctricas, campos magnéticos y ondas de radio. ¡Cosas increíbles! ¿Cómo se hace eso? Muy fácil.

Kruss atravesó la habitación y continuó:
—He creado un aparato muy pequeño, un electronoscopio. Lo fijaremos a su nervio óptico. Le permitirá ver la corriente eléctrica.
Es una operación difícil. Le daré los detalles si toma la decisión de…
—Ya he tomado una decisión, —respondió Dobbel—. No tengo nada que perder en la vida. Puede hacer sus experimentos.
—Bueno, estupendo. Ahora tiene un propósito en la vida. ¡Ver lo que ningún hombre en el mundo ha visto jamás! Es una gran suerte. Y será una gran publicidad para mí.

Capítulo 3

—La oscuridad a través de la cual no se puede ver nada. No sé si hay un muro frente a mí o kilómetros de vacío. Si hay objetos a mi alrededor. Para mí no existen hasta que los toco.
Dobbel se calló.

Estaba tumbado en una cama en una gran habitación blanca. Tenía la cabeza y los ojos vendados. Kruss estaba sentado en un sillón junto a la cama, fumando un puro.

—¿Dígame, doctor, ¿por qué respira con tanta dificultad? —preguntó Dobbel.
—No lo sé. Tal vez por preocupación… Sí, estoy preocupado, señor Dobbel… Probablemente esté más preocupado que usted… ¿Por qué ha tardado tanto en ver algo…?

—¡Oiga! —de repente exclamó Dobbel—. ¡Oiga! Creo que veo…
—¡Por fin! —dijo Kruss—. ¿Qué ve?
—Veo… —respondió Dobbel—. Parece una alucinación.
—Vamos, ¿qué ve? —gritó Kruss. Pero Dobbel se calló.

—¡Doctor! ¡Señor Kruss! ¡Sí, sí, puedo ver, la oscuridad está viva! —se puso a hablar Dobbel—. Veo destellos de luz.
—¿De qué color? —preguntó Kruss. Estaba muy emocionado.
—La luz es blanca, aunque parece un poco azul en la oscuridad. Las manchas de luz van y vienen rítmicamente, como ondas…
—¡Ondas! —pronunció Kruss.

—Veo más luz… Manchas, puntos, anillos, ondas, rayos estrechos que se cruzan… ¡Qué difícil es entender todo esto!
—¡Maravilloso!  —Kruss estaba contento con los resultados de su experimento—.  Pronto aprenderá a ver corrientes eléctricas de diferente intensidad. Hasta ahora parece un caos de colores. ¿Qué más ve?

—No hay más oscuridad —siguió Dobbel—. El espacio está lleno de luz. La luz de diferentes potencias y —¡sí, sí! — diferentes colores: azul, rojizo, verdoso, morado, azul… Hay una mancha de luz del tamaño de una manzana en el lado izquierdo. Parece un pequeño sol…

—¡No puede ser! Es el reflejo del sol en el pomo de la puerta. ¿Pero cómo puede ver el pomo de la puerta?
—No puedo ver el pomo de la puerta. Solo veo una manchita brillante y rayos azules.

—¡Esto es increíble! Hagamos un experimento. Encenderé la luz. ¿Puede ver los cables?
—Sí, ahora puedo ver un cable eléctrico. Una línea brillante en el techo y en la pared. Y hay una fuga eléctrica allí, en el rincón. Tendrá que buscar un electricista… Luego el cable pasa por las habitaciones, baja a la planta baja, sale a la calle… Veo una bombilla. Ahí está.

—¿Y sabe qué, señor Kruss? —dijo Dobbel alegremente—. Veo algo más interesante que un cable. Por favor, acérquese a mi cama. Así. ¿Esta es su cabeza? ¿Y su corazón está aquí?
—¡Así es! Será que usted… ¿Puede ver realmente las corrientes eléctricas de mi cerebro y mi corazón? Pero, ¿qué es lo sorprendente? El corazón y el cerebro son verdaderos generadores.

—Su cabeza brilla de color púrpura. La luz se intensifica cuando piensa. Y su corazón brilla más cuando se emociona —dijo Dobbel.

—¡Usted es un tesoro, Dobbel! ¡Está hecho de oro! ¡Usted es indispensable para la ciencia! Estoy orgulloso de mí mismo y de usted, Dobbel. Esta noche vamos a recorrer la ciudad en coche. ¡Me contará lo que ve!

Capítulo 4

Un nuevo mundo se abrió ante Dobbel. Recordará esta noche fantástica para siempre.

Había luz en todas partes donde había corriente eléctrica. ¡Toda la ciudad estaba brillando!. Motores de coches, cables de tranvía, fuegos artificiales. Los cables brillaban en el cielo y bajo tierra.

Dobbel también vio todas las fugas de corriente eléctrica.

Delante vio una enorme mancha de luz. Era una central eléctrica.

A Dobbel le gustaba mirar casas. No podía ver los muros. Pero los cables eléctricos brillaban mucho. Los cables de teléfono eran más débiles. Parecían esqueletos de casas.
Dobbel le contaba a Kruss todo lo que veía.

—¡A muchos científicos les gustaría quedarse ciegos para ver todo esto! — exclamó Kruss—. Mañana se reunirá con periodistas de los principales periódicos. Pasado mañana tenemos una reunión con la comunidad científica.

Capítulo 5

El invento de Kruss causó sensación. Durante días, todos los periódicos escribieron sobre ello. Kruss se hizo famoso. Dobbel también fue fotografiado mucho e invitado a entrevistas. Y entonces empezó a recibir cartas con ofertas comerciales.

Los militares querían aprovechar a Dobbel. Podría ayudarles a interceptar las comunicaciones del enemigo.

Una gran empresa “Las reparaciones eléctricas”, quería utilizarlo para encontrar fugas de corriente. Le ayudaría a ahorrar una gran suma de dinero.

Finalmente, la Compañía Eléctrica General le hizo una oferta: servir como aparato vivo en el trabajo experimental en el laboratorio científico de la compañía.

Kruss le permitió a Dobbel aceptar la oferta de la Compañía Eléctrica General.

—Pero se quedará viviendo conmigo —dijo Kruss—. Será más cómodo para mí. Nuestro acuerdo aún no ha terminado.

Dobbel venía a trabajar a las 8:00 de la mañana. A veces, los experimentos se realizaban en completa oscuridad. A veces en la luz. Pero Dobbel siempre estaba rodeado de orbes brillantes, anillos y rayas de luz. Su trabajo era contar a los científicos lo que veía. Todo lo que decía se anotaba de inmediato.

Dobbel vio fenómenos únicos. Un día encendieron un aparato muy grande en el laboratorio.

—¡Uf, se puede quedarse ciego! Este aparato llena de luz toda la ciudad. Parte de la luz va más allá de los límites de la ciudad. El señor Lardner ya está brillando completamente. Al señor Corliss le está brillando la cabeza. Todos los objetos metálicos están iluminados. Y están conectados por hilos eléctricos.

Dobbel ayudó a resolver varios acertijos científicos. Fue apreciado. Le pagaron bien.

—Puedo considerarme el más feliz entre los ciegos, pero los videntes siguen siendo más felices que yo —le decía a Kruss.

Capítulo 6

Y entonces llegó el día en que Kruss dijo:
— ¡Señor Dobbel! Hoy nuestro acuerdo ha terminado. Ahora debo devolverle la vista normal. ¿O tal vez quiere seguir viendo la electricidad?

—Quiero tener la vista normal, ser una persona normal, no un aparato.

—Cómo usted diga —dijo Kruss—. Entonces, empecemos el tratamiento.

Unos días más tarde, Dobbel vio la cara de Kruss por primera vez. Y también la car, joven pero enfadada de la enfermera. Vio las gotas de lluvia en los cristales de la gran ventana, las nubes, las hojas amarillas de los árboles.

Kruss y Dobbel se miraron en silencio durante algún tiempo. Luego Dobbel estrechó la mano de Kruss.

—No encuentro palabras para agradecerle…

—No hay necesidad de agradecerme. Para mí, la mejor recompensa es el éxito de mi trabajo. He recuperado su vista, lo que significa que soy mejor que Viroval. Sus clientes serán los míos. Pero basta de hablar de mí. Usted es un hombre sano y normal, Dobbel, y ahora puede ver. ¿Qué piensa hacer ahora?

—Sí, ahora estoy bien y ya no soy su paciente, así que ya no puedo quedarme con usted. Me mudaré a un hotel esta noche, y luego conseguiré un apartamento y un empleo.
—Bueno, que tenga éxito, Dobbel.

Capítulo 7

Ha pasado un mes.

Un día, le pidieron a Kruss que bajara al vestíbulo. Dobbel estaba allí. Parecía cansado y más flaco.
—¡Señor Kruss! —dijo Dobbel—. He venido a darle las gracias de nuevo. Me devolvió la vista. Ya puedo ver.

—Cuénteme mejor, ¿se las arregló para conseguir  un empleo?
—¿Empleo? —Dobbel se rio tristemente —. Veo, señor Kruss, lo veo todo claramente. Y quiero pedirle que me deje ciego. Hágame ciego, permanentemente ciego. Solo quiero ver electricidad.

—¡¿Quiere que lo haga ciego nuevamente?! ¡Pero eso es terrible! —exclamó Kruss.
—No tengo otra opción. Si no, me moriré de hambre.
—No, no lo haré! —protestó Kruss —. ¿Qué pensará la gente de mí? Además es demasiado tarde. Sí. Mientras me ocupaba el electronoscopio, hice unos cambios en mi aparato, lo patenté y vendí la patente a la Compañía Eléctrica General. Ahora todo el mundo puede ver la electricidad con mi aparato. Ya no necesitan gente como usted.

Dobbel se puso en silencio el sombrero mojado y se miró las manos fuertes y jóvenes.
—Bien —dijo y miró a Kruss—. Son buenas para, al menos, destruir todo el maldito molino. ¡Adiós, señor Kruss! —Y salió, dando un portazo.

La lluvia había cesado y el sol brillaba intensamente en el cielo azul otoñal.