La banda de lunares (B1)

Encontré muchas historias interesantes sobre mi amigo Sherlock Holmes en mis notas. Siempre ha investigado los casos más inusuales. Quiero hablarles sobre el caso de la familia Roylott.

Me desperté por la mañana y vi a Sherlock de pie junto a mi cama. Normalmente se despertaba más tarde que yo, pero este era un día inusual. Holmes llevaba un abrigo. Planeaba ir a alguna parte.

—Perdón por despertarle —dijo.
—¿Qué pasa? ¿Un incendio?
—No, ha llegado una clienta. Pensé que también querría escuchar su historia. Debe ser muy interesante.
—Por supuesto, me encantaría escucharla y ayudarle a usted.
—La joven está muy triste. Nos espera en la sala.

Fuimos a la sala. Allí estaba sentada una mujer joven con un abrigo negro y un sombrero negro. 

—Buenos días —dijo Holmes—. Me llamo Sherlock Holmes. Este es mi amigo, el doctor Watson. Cuénteme para qué vino a verme. ¿Qué le ha pasado?

La mujer levantó la cara. Estaba pálida y cansada.

—¡Tengo mucho miedo, señor! Me dijeron que usted me podría ayudar.
—La escucho atentamente —Holmes sacó la libreta—. Está usted temblando. ¿Le apetece un café?
—No, gracias. Tengo poco tiempo.
—Entonces, cuénteme para qué ha venido.
—Me llamo Helen Stoner, soy la hija del doctor Roylott. Es el último heredero de la familia inglesa Roylott. El doctor no es mi verdadero padre, es el segundo marido de mi madre.

Holmes asintió con la cabeza. 

La familia Roylott era la más rica de Inglaterra. Pero luego se volvió pobre. Los miembros de la familia malgastaron todo su dinero en juegos de azar. A la familia le quedó solo una casa antigua. La casa tiene casi doscientos años.

El doctor Roylott es una persona muy extraña y malvada. Mató a su sirviente y pasó muchos años en la cárcel. Luego se casó con mi madre. Era rica. Escribió en su testamento que nos dejaba todo el dinero a mí, a mi hermana Julia y a su marido. Vivimos del dinero de nuestra madre.

Hace ocho años, mi madre murió. El doctor Roylott se volvió aún más desagradable. Rara vez salía a la calle, pasaba todo el día en su habitación. Se peleaba con todos los vecinos. Sólo era amigo de los gitanos. Le pagaban por vivir en su terreno.

Hace dos años Julia conoció a un buen hombre. Decidieron casarse. Pero pronto sucedió algo terrible. Mi hermana murió.

—Cuénteme cómo murió su hermana —dijo Sherlock Holmes.
—Hay tres dormitorios en nuestra casa: el mío, el de mi hermana y el del doctor. Una noche mi hermana vino a mi habitación. No podía dormir. El doctor fumaba mucho y a Julia no le gustaba el olor de los cigarros. Hablamos durante mucho tiempo. Me preguntó:

—Helen, ¿has oído silbidos por la noche?
—No —contesté.
—Cada noche estos silbidos me despiertan.
—Yo duermo bien y no oigo nada.
—Bueno, no es nada, me voy a dormir.

Mi hermana se fue a su habitación y cerró la puerta con llave.

—¿Por qué cierran las puertas con llave por la noche? —preguntó Sherlock.
—Al doctor Roylott le gustan mucho los animales exóticos. Tiene un guepardo grande. Tenemos miedo, por eso siempre cerramos las puertas.
—Bien, continúe.
—Aquella noche oí un grito —continuó Helen—. Era Julia. Corrí a su habitación y escuché un extraño silbido. La cara de mi hermana estaba pálida. Julia estaba aterrorizada. Cayó y gritó:
—¡La banda de lunares! —Señaló hacia la habitación del doctor.

Corrí a por el doctor. Me mandó a por el médico. Pero el médico no llegó a tiempo, mi hermana murió.

—¿Qué dijo la policía? —preguntó Holmes.
—La policía dijo que mi hermana murió de miedo. Pero no sé a qué le tenía miedo. No había heridas en el cuerpo de mi hermana. Los médicos dijeron que no encontraron ningún veneno.
—El caso es turbio—dijo Sherlock—. Continúe.
—Hace un mes un buen hombre, Persy Armitage, me propuso matrimonio. Habíamos sido amigos por mucho tiempo, luego nos enamoramos. Nuestra boda será en primavera. Hace dos días, el doctor decidió hacer reformas en mi habitación. Ahora duermo en la habitación de mi hermana. ¡Anoche oí ese extraño silbido! Me asusté mucho. Por la mañana he venido a verle.

Holmes estaba callado.

—No me ha contado todo, señorita Stoner. El doctor es un hombre muy cruel. ¿Le golpea?

La joven se sorprendió. Holmes tomó su mano. Había manchas rojas, marcas de dedos en la mano.

—El doctor es muy fuerte. No se da cuenta de su propia fuerza. A veces se enfada mucho y no se controla.

Sherlock Holmes se quedó sentado en el sillón durante mucho tiempo, mirando el fuego en la chimenea.

—Quiero echar un vistazo a su casa. ¿Puedo? —preguntó.
—El doctor Roylott va a ir hoy a la ciudad. Estará fuera todo el día. Pueden venir.
—¡Genial! Entonces espérenos. Watson, vendrá conmigo.
—Con mucho gusto —respondí.

La joven nos dio las gracias y se fue.

—¿Qué opina, Watson?
—¡Es un caso muy extraño!
—Estoy seguro de que el doctor quería arruinar las bodas de sus hijas.
—¿Pero por qué?
—No lo sé todavía. Pero voy a averiguarlo hoy.

De repente la puerta de la sala se abrió. Un hombre alto entró. Tocaba el techo con su sombrero.

—¡Estoy buscando a Sherlock Holmes! —dijo el hombre de manera grosera.
—Soy yo —respondió Sherlock.
—¡Soy el doctor Grimesby Roylott! ¡Mi hija estuvo aquí! ¿Para qué ha venido? — gritaba.
—Es usted muy educado —dijo Holmes.
—¡Respóndame! ¡No haga que me enfade! ¡Helen estuvo aquí! Usted lo lamentará. —El doctor golpeó la mesa y salió de la habitación.
—Qué interesante es este señor —dijo Sherlock—. Vamos a desayunar. Luego iré a ver a los abogados. Necesito información.

Holmes se fue después del desayuno. Volvió unas horas más tarde.

—¿Cómo le ha ido? —pregunté.
—El doctor Roylott mató a su hija.
—¿Cómo lo sabe?
—Vi el testamento de su mujer. Si sus hijas se casan obtienen la mayor parte del dinero. El doctor no recibe nada. Por eso mató a Julia. Ahora quiere matar a Helen. ¡Tenemos poco tiempo!

Era un bonito día soleado y el cielo estaba despejado. Llegamos a la casa de la familia Roylott. Helen Stoner ya estaba allí.

—¡Señor Holmes, señor Watson, les estaba esperando! —dijo—. El doctor se ha ido. Volverá tarde por la noche. Pueden echar un vistazo a la casa.
—Conocimos a su padre—dijo Holmes. Contó a Helen cómo había llegado el doctor al apartamento en Baker Street.
—¡Me ha seguido! ¡Es tan astuto!
—Tenemos poco tiempo. Entremos en la casa.

Fuimos a la habitación de Helen.

—Su habitación parece estar bien. ¿Por qué está su padre haciendo una reforma aquí? —pregunté.
—No lo sé. Así lo decidió el doctor Roylott —respondió la joven.

Fuimos a la habitación de la hermana de Helen. Estaba limpia. Los muebles eran viejos. Había un orificio de ventilación sobre la cama. Unía la habitación de Julia con la habitación del doctor.

—¿Por qué conecta el ventilador las dos habitaciones? Es inútil  —comentó Sherlock—. ¿Y qué es este cordón?
—Es el cordón de la campanilla  —respondió Helen.
—¡Pero la campanilla es falsa! —Sherlock tiró del cordón—. Vamos a la habitación del doctor.

La habitación del doctor era más grande. Había un gran armario de hierro contra la pared. Sobre el armario había un platillo con leche.

—¿Para qué es este platillo? —preguntó Sherlock.
—El doctor tiene un guepardo. Le gustan los animales exóticos.
—Qué raro. Es muy poca leche para un gato tan grande. ¿Qué hay en este armario?
—Nunca lo he abierto. Probablemente el doctor guarda ahí sus papeles.

Holmes estaba serio.

—Señorita Stoner, debe escucharme. Watson y yo vamos a escondernos en el bosque frente a su casa. Se ven sus ventanas desde allí. El doctor dormirá por la noche. Usted pondrá una lámpara en la ventana. Veremos la luz y vendremos. Debe dormir en su antigua habitación.
—¿Qué van a hacer? —preguntó la joven.
—Pasaremos la noche en la habitación de su hermana y descubriremos la verdad.
—¡De acuerdo!

Sherlock y yo esperamos en el bosque. El doctor Roylott regresó pronto a casa. Tres horas después, vimos la luz en la ventana. Subimos a la habitación por la ventana, nos sentamos en la oscuridad y esperamos.

—Usted sabe algo, Holmes —dije.
—Probablemente.
—¡Cuénteme! ¿Por qué murió Julia Stoner?
—No se lo puedo decir. Vamos a esperar. Pronto lo descubrirá todo.

De repente apareció una luz en el orificio de ventilación. Escuché un silbido. Sherlock empezó a correr por la habitación. Encendió una cerilla y agitaba los brazos. Entonces oí un grito humano. Era en la otra habitación. Vi la cara de Sherlock Holmes. Estaba pálido. Los gritos cesaron.

—¿Qué fue eso? —pregunté.
—El doctor ha muerto —respondió Holmes.

Fuimos a la habitación del doctor Roylott. Estaba sentado en una silla. Tenía una banda de lunares amarilla, con manchas marrones, colgando alrededor de su cuello.

—Es una víbora de la India. Una serpiente venenosa muy peligrosa —dijo Holmes—. El doctor liberó la serpiente en el orificio de ventilación. Se arrastró hasta la habitación de Julia y la mordió. Unos minutos después la joven murió. 

Salvamos a Helen Stoner. Sherlock Holmes recordó el caso durante mucho tiempo. Al doctor Roylott le gustaban los animales exóticos y murió por la mordedura de una serpiente.