La banda de lunares (A2)

Tengo muchas historias sobre los casos de Sherlock Holmes. Pueden ser tristes, alegres, difíciles y siempre muy peligrosas. Holmes solo trabaja con casos interesantes.

Hay un caso inusual. Quiero hablarles sobre él.

Me despierto por la mañana y veo a Sherlock. Está de pie junto a mi cama. Normalmente se despierta más tarde que yo.

—Despierte, Watson —dice.

—¿Qué pasa? ¿Un incendio?

—No, una clienta. Nos espera una chica joven. Quiere contarnos algo importante. ¡Puede ser un caso muy interesante! ¿Quiere escucharla?

—Claro que sí, ¡estaré muy feliz de hacerlo!

Sherlock Holmes me permite ayudarle pocas veces. Estoy feliz, hoy puedo ayudarle a resolver el misterio.

Hay una dama con vestido negro y sombrero en la entrada. 

—¡Buenos días! —dice Holmes, y sonríe—. Me llamo Sherlock Holmes, y este es mi amigo, el doctor Watson. ¿Está usted temblando?

—Estoy muy asustada —responde la joven.

Se quita el sombrero y vemos su cara pálida. Hay miedo en sus ojos. Es joven, pero su pelo está gris.

—¡No tenga miedo! ¿Ha llegado a Londres hoy?

—¿Cómo lo sabe?

—Veo el billete en su guante —responde Holmes—. Cuénteme qué le pasa.

Sherlock Holmes saca la libreta de su bolsillo.

—¡Sé que puede ayudarme! Me llamo Helen Stoner. Vivo en la casa de mi padre, el doctor Roylott. No es mi verdadero padre, es el segundo marido de mi madre.

La familia Roylott era la familia más rica de Inglaterra. Luego se volvió pobre. A la familia solo le quedó una antigua casa.

El doctor Roylott es una persona muy extraña y mala. Pocas veces sale de casa, se pelea con los vecinos. Mató a su sirviente y pasó mucho tiempo en la cárcel. Unos años después, se casó con mi madre. Era rica. Después de la muerte de mi madre, el doctor recibió su dinero.

Yo tenía una hermana llamada Julia. Hace dos años conoció a un buen hombre. Querían casarse. Pero pronto mi hermana murió.

—¿Cómo murió su hermana? —pregunta Sherlock Holmes.

—Una noche Julia entró a mi cuarto —dice Helen—. Me preguntó:

—Helen, ¿has oído silbidos por la noche?

—No.

—Me despiertan estos silbidos.

—Yo duermo bien y no oigo nada.

—Bien, me voy a dormir.

Se fue. Escuché un grito aquella noche. Era Julia. Corrí a su habitación. Estaba pálida. De repente cayó y gritó:

—¡Helen! ¡La banda de lunares!

Corrí a por el doctor Roylott y a por el médico. El médico llegó tarde, mi hermana murió. La policía dice que murió de miedo. ¿Pero qué la asustó?

—El caso es oscuro—dice Holmes—. Continúe.

—Hace un mes un buen hombre me pidió casarme con él. Nuestra boda será en primavera. Pero sucedió algo terrible. Hace dos días el doctor empezó unas reformas en mi habitación. Ahora duermo en la habitación de Julia. Escuché un silbido por la noche. ¡Me asustó mucho! Oí este sonido el día de la muerte de mi hermana. ¡Necesito su ayuda!

—Tengo que echar un vistazo a su casa. ¿Puedo? —preguntó Holmes.

—Sí, el doctor hoy estará en la ciudad. No hay nadie en la casa.

—¡Genial! Iremos.

La joven nos da las gracias y sale de la habitación.

—Estoy seguro de que al doctor no le gustan las bodas de sus hijas.

—¿Por qué? —pregunto.

—Aún no lo sé. Necesito información.

De repente, la puerta se abre. Hay un hombre muy alto en la entrada.

—¡Busco a Sherlock Holmes! —dice de manera grosera.

—Soy yo —responde mi amigo.

—¡Soy el doctor Roylott! ¿Estuvo aquí mi hija, la señorita Stoner? ¿Para qué?

¡Respóndame!

—Usted es muy educado —dice Holmes.

—¡No me moleste! ¿Está Helen aquí?

—No, Helen no está aquí. Siéntese, doctor.

Pero el doctor Roylott se va. Sherlock guarda silencio durante unos minutos.

—Qué señor tan interesante. Vamos a desayunar. Luego me dedicaré al caso. Necesito más información.

Después del desayuno, Holmes se va. Vuelve dos horas más tarde.

—¿Cómo va todo? —pregunto.

—Creo que el doctor Roylott es un asesino.

—¿Cómo lo sabe?

—Leí el testamento de la madre de Helen Stoner. La mujer del doctor Roylott dejó el dinero a sus hijas y a sus maridos. Por esa razón el doctor recibe muy poco dinero. Quiere matar también a Helen. ¡Debemos darnos prisa!

Hace buen tiempo en la calle, el sol brilla. Vamos a la casa de Helen Stoner. El doctor no está en casa.

—¡Señor Holmes, señor Watson! ¡Les esperaba! ¡Entren! —grita la señorita Stoner.

—Conocimos a su padre —digo.

—¿Qué?

Le cuento a la joven sobre nuestro encuentro con el doctor.

—¡Me está siguiendo!

—Vamos a darnos prisa. No hay tiempo —dice mi amigo Sherlock Holmes.

Vamos a la habitación de Helen.

—La habitación está bien. ¿Por qué la reforma? —pregunta Holmes.

—No lo sé. Es decisión del doctor.

—Vamos a la habitación de Julia.

La habitación de la hermana de Helen es luminosa y está limpia. Hay un ventilador sobre la cama. Une dos habitaciones.

—¿A dónde lleva este ventilador?

—A la habitación del doctor Roylott —responde la joven.

—Qué raro, ¿para qué se necesita eso? Vamos a echar un vistazo a la habitación del doctor.

Vamos a la habitación del doctor Roylott. Es más grande que las habitaciones de sus hijas. En el centro hay un una mesa redonda con unas sillas. Hay una cama y un armario grande al lado de la pared. Hay un plato con leche sobre el armario.

—¿Para quién es esta leche? —pregunta Sherlock Holmes.

—El doctor tiene un guepardo. Le gustan los animales exóticos.

—Pero este plato es muy pequeño para un guepardo. ¿Y qué hay en este armario?

—No sé. Tal vez, los papeles del doctor —dice Helen—. Nunca entro en esta habitación.

Holmes camina por la habitación.

—Vamos a esperar en el bosque al lado de su casa. Cuando el doctor duerma, usted pondrá una lámpara en la ventana, y Watson y yo entraremos. Es una señal para nosotros. Nos quedaremos en su habitación, usted se queda en su antigua habitación. ¡Descubriremos la verdad!

—¡De acuerdo!

Por la noche, Sherlock y yo estamos en el bosque. Vemos al doctor. Vuelve a casa. Vemos la luz en la ventana. Subimos a la habitación de Julia por la ventana. Nos sentamos en la oscuridad y esperamos.

Aparece una luz en el ventilador. Oigo un silbido. Sherlock enciende una vela y empieza a correr por la habitación. Patea el suelo. Luego oigo gritar a una persona. Veo la cara pálida de Sherlock. El grito para.

—¿Qué es eso? —pregunto.

—El doctor ha muerto —responde Holmes.

Vamos a la habitación del doctor Roylott. Está sentado en la silla. Tiene en su cuello una banda de lunares, de color amarillo con manchas marrones.

—Es una serpiente muy peligrosa  —dice Holmes—. Esta serpiente llegó hasta la habitación de Julia y le mordió. La joven murió unos minutos después. La saqué de la habitación de Julia con una vela.

Sherlock Holmes coge a la serpiente con un palo, la lanza al armario y lo cierra.

Helen Stoner está a salvo. Sherlock Holmes a menudo recuerda esta historia. Al doctor Roylott le gustaban los animales exóticos y murió por la mordedura de una serpiente peligrosa.